Delimbo Gallery. 2022.
Quincalla Museum.
Texto por Miguel Ángel Rivero.

La principal cualidad de los símbolos, según nos enseña Juan Eduardo Cirlot, es su “polivalencia de sentido”, su capacidad de abrir significados diversos en una fértil simultaneidad. Acudimos así a los símbolos cuando necesitamos rebasar los límites del lenguaje, cuando precisamos alcanzar un “exceso de sentido” para aquello que nos sentimos impelidos a expresar y comunicar. Ahí se inscribe, a mi juicio, el poderoso recurso a lo simbólico en la obra de Rorro Berjano (Mérida, 1979). Desde ese lugar, se lanza a su abordaje de los límites, tan imprecisos en nuestro tiempo, entre las religiones, la espiritualidad, la cultura popular y la cultura de masas, cuyos símbolos reelabora, acumula y resignifica con vistas a hacerlos estallar en sus múltiples posibilidades de sentido.

Quincalla Museum es fruto de un viaje realizado por Rorro Berjano a Dakar (Senegal) en 2019. Es el resultado de la conmoción estética que supuso para él pisar por vez primera África y encontrar allí una paradójica convivencia entre su exuberante naturaleza y la desbordante carga espiritual de su cultura, por un lado, y su singular recepción de los símbolos e iconos de la cultura de masas de Occidente, por otro. De ese escenario se hace cargo esta exposición de Rorro Berjano, en cuya obra ya había estado África muy presente a través del sincretismo religioso caribeño y de sus sistemas animistas, referentes iconográficos centrales en sus anteriores trabajos. Tras explorar esa cosmogonía africana transculturada al Caribe, en este nuevo viaje ha acudido a la raíz, fiándolo todo a la curiosidad del instinto, a su asombrosa capacidad para indagar sobre lo que queda de enigma y misterio en este mundo desacralizado. Le llevaron así a Dakar su interés por el primitivismo y la búsqueda de formas artísticas puras e incontaminadas por el canon occidental, al igual que sucedió a artistas de las vanguardias históricas como Picasso o André Breton. Sin embargo, quizás el principal hallazgo de su viaje fue esa amalgama de símbolos de las ancestrales culturas africanas y de la cultura de masas que traza hoy día el paisaje del continente. De ello se hace eco esta muestra, en la que conviven, por citar un ejemplo, el heroísmo de los luchadores laamb con iconos de la sociedad de consumo como Gucci o Lacoste. Si sobre los primeros interviene en un sentido de exaltación y dignificación, en cambio, desde su relectura y resignificación de los elementos icónicos de la cultura de masas lo que hace el sarcasmo lacerante de Rorro Berjano es clavar su agudo punzón en la débil frontera entre el original y la copia, la vaciedad de lo verdadero y la noble estrategia de la falsificación.

Por último, cabe destacar en esta exposición, además de su inquietante conjunto de piezas de cerámica y de la voluntad de instalación que acompaña a cada obra, el empleo de viejas chapas de metal como soporte de sus pinturas. La recuperación de esos materiales desechados por el desgaste de su uso, que ya pusieron en práctica el Art Povera, Manolo Millares, Robert Rauschenberg o Julian Schnabel, son sin duda el “lienzo” más acorde al complejo entramado que ha puesto en pie Rorro Berjano en este Quincalla Museum. Recordemos que la quincalla, según la definición de la RAE, es un “conjunto de objetos de metal de escaso valor”. Sin embargo, lo que persigue Rorro Berjano es precisamente replantear la relatividad del valor del objeto, y lo hace desde la dignificación estética de los desechos, de lo desestimado, de lo aparentemente inútil e inservible. Ahí anida su devoción por lo que él mismo denomina “la belleza de la decadencia”. De este modo, esas mismas chapas oxidadas, que conforman las paredes de las casas de tantos africanos, son aquí el hogar que acoge a su pintura, son la puerta desde la que nos asalta su testimonio de aquella realidad, con toda su carga de enigma y de conflicto.